Nací en una familia cristiana. De modo que desde muy pequeña fui enseñada y educada con la Biblia. Me encantaba formar parte de los eventos evangelísticos, sabia versículos de la Biblia e incluso podía explicar el mensaje de salvación a la gente.Hasta que un día cuando yo tenia 6 años un joven de la iglesia me pregunto: -¿Sabes que va a pasar contigo cuando mueras? Yo muy segura conteste: -Claro que se. Voy a ir al cielo. El pregunto ¿por qué vas a ir al cielo? Yo conteste pues porque mis papás y mis hermanas son cristianos.
El me explico que yo era pecadora y necesitaba de Cristo. Me dijo que yo necesitaba creer que Cristo había pagado por mi pecado y que esto era una decisión personal. Recuerdo que ese día cuando regrese a la casa hable con mi papá y le dije que yo no quería ir al lago de fuego, que no quería morir eternamente. Así que después de reconocer mi pecado ante Dios y pedirle perdón. Lo reconocí como mi salvador personal. A partir de allí decidí obedecer y servirle a él. Cuando tenía 10 años me bautice. Mi camino en Cristo no siempre fue fácil hubo pruebas y tiempos difíciles. Pero Dios siempre me mostro su fidelidad.
Cuando cumplí 15 años hice una fiesta en donde tuve la oportunidad de compartir de Cristo con mi familia y amigos que no conocían a Cristo como su salvador. Justo después de esta de mi fiesta de 15 años vino a mi vida la prueba mas grande. Mi papá decidió desobedecer a Dios. El se fue de la casa. No fue fácil ver al hombre que me había enseñado lo que sabía de Dios ahora tomar un camino completamente diferente y alejarse de Dios. Fue muy difícil asimilar que mi papá vivía en desobediencia a Dios. Por un par de años viví preguntándome porque Dios había permitido estas pruebas en vida, intentaba entender y me cuestionaba todo, incluso llegué a dudar que Cristo me amaba. El Señor me mostro su fidelidad y misericordia por medio de algunos cristianos cuando ellos me recordaban y mostraban en la Biblia el gran amor de Dios para mí. A partir de ese momento pude empezar a ver su amor, fidelidad y misericordia. Y decidí que cada cosa que hiciera seria para la gloria y honra del Señor.
Comencé a involucrarme en todos los eventos y actividades de la iglesia (Escuelitas Bíblicas de Vacaciones, eventos evangelísticos, dando clases en la escuela dominical, campamentos, etc.), decidí que siempre seria mi prioridad las cosas de Dios. Gracias a Dios por mantenerme fiel y firme en su camino. Una de las cosas buenas que trajo a mi vida esta gran prueba fue la buena relación que pude tener con mi mamá.
Cuando tenía 20 años uní mi vida a un gran hombre con el cual había compartido muchas experiencias en nuestros trabajar para Cristo. Junto a él he aprendido, crecido y trabajado para Cristo. Durante nuestros 11 años de casados he tenido la oportunidad de aconsejar, ayudar y escuchar a mujeres y señoritas en su caminar con Cristo. Gracias a esto también he visto la mano de Dios en la vida de otras personas y hemos experimentado su infinito amor y poder.
Pero sin duda el ministerio más grande que Dios ha puesto en mi vida es la oportunidad de trabajar con mis hijos. Tenemos 5 hijos (Jeremías 9 años, David 7 años, Noemi 6 años, Lidia 4 años y Samuel de 1 año) a los que educamos en el hogar, Sin duda este ha sido el ministerio más difícil, desafiante, cansado y retador que he tenido. Pero también ha sido muy gratificante el ver como Dios trabaja en la vida de mis hijos, y a pesar de mis imperfecciones él es fiel. El Señor me ha dado la gran oportunidad de aprender de ellos y me ha llevado a limites en donde puedo ver que si no fuera por él no podría seguir adelante. El poder ministrar con estas 5 personas (almas) y verlos crecer, aprender y trabajar en maneras inimaginables ha traído a mi vida una muestra diaria del amor de Dios.
No ha sido fácil vivir una vida que glorifique a Dios, sin embargo, a lo largo de estos años el Señor me ha mostrado su gran misericordia y amor. Que a pesar de no merecer nada él ha sido fiel conmigo. Las pruebas, el dolor y cada momento de felicidad me han enseñado a depender de Dios y a vivir confiando en él. Hace un año después de casi 16 años mi papá decidió regresar a la comunión con Dios le doy gracias a Dios por eso. El Señor me sigue mostrando su misericordia cada día. Y agradezco las pruebas que ha puesto en mi vida con las cuales me doy cuenta de mi necesidad tan grande que tengo de él.
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Que padre!